Nuestro viaje a Tánger comenzó con un vuelo directo desde Bilbao, de unas 2 horas y 15 minutos de duración. Una opción cómoda y rápida para quienes viven en el norte de España y quieren descubrir Marruecos en una escapada corta.
A la salida del aeropuerto nos estaba esperando un taxi con un cartel con nuestro nombre. Lo habíamos contratado previamente con el dueño de nuestro alojamiento, aunque si no tienes nada cerrado, en el exterior del aeropuerto encontrarás numerosos taxis que te pueden llevar al centro sin problema.
Nos alojamos en Dar Adil Kasbah, en pleno corazón de la parte antigua de la ciudad. El apartamento es muy acogedor, con tres habitaciones, un estilo tradicional marroquí y una terraza en la azotea con unas vistas preciosas a los tejados de Tánger. Eso sí, hay que tener en cuenta que el edificio tiene bastantes escaleras y los espacios son algo estrechos, pero su ubicación y encanto compensan totalmente.
Tras hacer el check-in y dejar las maletas, salimos a explorar la Kasbah, uno de los barrios más bonitos y emblemáticos de Tánger. Sus calles estrechas, llenas de flores y pequeñas tiendas, tienen un encanto especial que invita a perderse (¡y lo hicimos varias veces, claro! ).
En nuestro paseo encontramos una terraza llamada Dar Nour, perfecta para hacer una parada y disfrutar de las vistas. Sin saberlo, resultó ser uno de los pocos lugares donde sirven bebidas con alcohol, así que nos tomamos unas cervezas bien frías mientras admirábamos la panorámica de la ciudad.
Cuando empezó a anochecer, seguimos paseando por las calles iluminadas de la Kasbah, que tienen un ambiente mágico por la noche. Para cenar elegimos el Restaurante La Muralla, un sitio muy recomendable: comida deliciosa, terraza con mucho encanto y hasta DJ por la noche. Sin duda, un acierto total para nuestra primera cena en Tánger.
Terminamos el día encantadas con la primera impresión que nos había dado la ciudad: calles limpias, ambiente tranquilo y una mezcla de cultura y hospitalidad que nos hizo sentir muy bienvenidas.
Nos despertamos con energía y muchas ganas de seguir conociendo Tánger. Para empezar el día, fuimos a desayunar al Gran Café Central, uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad. Tiene una gran variedad de desayunos y todo estaba buenísimo, además de estar situado en una plaza muy animada, ideal para observar el ir y venir de la gente local.
A las 10:00 h teníamos reservado un free tour cuyo punto de encuentro era justo en esa misma plaza, así que no pudimos empezar mejor. Durante unas dos horas y media, recorrimos gran parte de la medina y la Kasbah, con un guía que nos explicó la historia, las curiosidades y los rincones más bonitos de la zona antigua. Fue una forma estupenda de conocer la ciudad en profundidad y entender mejor su mezcla de culturas.
Después del tour, nos dirigimos a las Tumbas Fenicias, situadas en lo alto de un acantilado con vistas impresionantes al mar y al estrecho de Gibraltar. Muy cerca de allí hicimos una parada en el Café Hafa, un clásico de Tánger con un ambiente 100% local y unas vistas espectaculares. Tomarse algo allí, con la brisa marina y ese paisaje, es un imprescindible del viaje.
Ya más descansadas, seguimos nuestra ruta hacia el Zoco Chico, una plaza llena de vida, tiendecitas y pequeños cafés. Pasamos un buen rato curioseando entre los puestos y disfrutando del ambiente tranquilo y acogedor.
Desde allí bajamos al puerto de Tánger, una zona moderna y animada, repleta de terrazas y restaurantes. Paseando por allí aprovechamos para apalabrar con un taxista una excursión a Chefchaouen (la famosa ciudad azul) para el día siguiente. Negociamos el trayecto ida y vuelta por 100 dírhams entre las cuatro, un precio muy razonable.
Al final del día, volvimos a la terraza del Restaurante La Muralla para tomar unas cervezas al atardecer, y cerramos la jornada cenando en Dar Nour, uno de nuestros lugares favoritos del viaje. Sin duda, un día redondo en Tánger, lleno de cultura, vistas preciosas y buena comida.
Empezamos la mañana desayunando de nuevo en el Gran Café Central, un clásico en el corazón de Tánger que nos había encantado el día anterior. Además, es de los pocos lugares que abre temprano, algo perfecto para quienes quieren aprovechar bien el día.
A las 10:00 h nos pasó a recoger el taxista con el que habíamos quedado el día anterior para poner rumbo a Chefchaouen, la famosa “ciudad azul” de Marruecos. El trayecto dura unas dos horas, aunque hicimos una pequeña parada en un mirador panorámico para estirar las piernas y disfrutar de las vistas antes de llegar.
Al llegar, nos recibió un pueblo precioso, lleno de calles pintadas de azul, puertas decoradas y rincones que parecen sacados de una postal. Chefchaouen se recorre fácilmente a pie, y lo mejor es dejarse llevar por sus callejones y descubrir sus encantos sin prisa.
Tuvimos la suerte de coincidir con una fiesta local, así que el ambiente era animadísimo: música, gente en las calles y puestos repletos de productos artesanales. Pasamos el día paseando, comprando souvenirs, tomando algo en pequeñas terrazas y probando la comida callejera típica. Fue un día genial, lleno de color, sonrisas y momentos bonitos.
Por la tarde, a la hora acordada, nos recogió el taxista para volver a Tánger. Tras el viaje de regreso, decidimos cenar en Dar Nour, un lugar con encanto y vistas, ideal para poner el broche final a una jornada perfecta.
Nuestro último día en Tánger comenzó tranquilo. Después de ducharnos y hacer las maletas, aprovechamos los últimos minutos para subir a la azotea de nuestro alojamiento, disfrutar de las vistas sobre los tejados de la Kasbah y saborear ese ambiente tan especial que tiene la ciudad.
A las 9:30 h cogimos un taxi hacia el aeropuerto, ya que nuestro vuelo salía a las 11:00 h. El trayecto dura unos 30 minutos, así que llegamos con tiempo suficiente para comer algo antes de embarcar. Al no tener que facturar, todo fue muy cómodo y sin prisas.
Nos despedimos de Tánger con un punto de pena, pero con la sensación de haber vivido una escapada perfecta entre amigas: días de desconexión, confidencias, risas, paseos, buena comida y muchas fotos bonitas.
Tánger nos ha sorprendido por su limpieza, su seguridad y la amabilidad de su gente. Sin duda, un destino 100% recomendable para una escapada corta, exótica y muy cerca de España.
Desde España hay vuelos directos a Tánger desde varias ciudades, como Bilbao, Madrid, Barcelona o Málaga. El trayecto es corto —alrededor de 2 horas—, lo que hace de Tánger una opción ideal para una escapada de fin de semana o un puente. También es posible llegar en ferry desde Tarifa o Algeciras, una alternativa cómoda si prefieres llevar tu propio coche.
Nosotras nos alojamos en Dar Adil Kasbah, situado en el corazón de la parte antigua de la ciudad. Un alojamiento con encanto, bien cuidado y con una terraza en la azotea con vistas preciosas. Lo mejor es su ubicación, perfecta para moverse a pie por la Kasbah y la medina.
Gran Café Central: un clásico para desayunar o tomar un café mientras observas la vida local.
Dar Nour: ideal para disfrutar de una cena con vistas y ambiente tranquilo.
Restaurante La Muralla: muy recomendable, con terraza, buena comida y música por la noche.
Café Hafa: uno de los lugares más auténticos de Tánger, con vistas espectaculares al mar.
La Kasbah y la Medina: pasear por sus calles estrechas, llenas de flores y tiendas de artesanía.
Tumbas Fenicias: un mirador con vistas al estrecho de Gibraltar.
Puerto y Zoco Chico: zonas animadas, perfectas para disfrutar del ambiente local.
Excursión a Chefchaouen: la famosa ciudad azul, a dos horas de Tánger.
La moneda oficial es el dírham marroquí (1 euro ≈ 10-11 dírhams).
En la medina las calles son laberínticas, pero perderse forma parte del encanto.
Aunque Tánger es una ciudad segura y limpia, siempre conviene negociar precios antes de subir a un taxi o comprar en los zocos.
Lleva dinero en efectivo, ya que no en todos los lugares aceptan tarjeta.
Y sobre todo… ¡disfruta sin prisas! Tánger se vive con calma.