SEYCHELLES
14 de mayo de 2025
Día 1: Madrid - Seychelles
Nuestro primer día fue básicamente de viaje. Volamos con Ethiopian Airlines desde Madrid, saliendo a las 19:35h. La primera parte fue tranquila, y después tuvimos una escala de 3 horas y 45 minutos en Addis Abeba (Etiopía). Tiempo justo para estirar las piernas, tomar algo y prepararnos para el segundo tramo.
Desde ahí, otro vuelo directo hasta Mahé, donde aterrizamos a las 14:20h del día siguiente.
En total, muchas horas en el aire....¡pero valieron totalmente la pena! El vuelo fue genial, todo muy correcto y sin complicaciones. Llegamos cansados, sí, pero con esa emoción que sólo se siente cuando sabes que estás a punto de pisar el paraíso.
Día 2: MAHÉ
Tal y como estaba previsto, llegamos a Mahé a las 14:20h. ¡Qué gusto bajar del avión y sentir ese calorcito tan característico del trópico! Recogimos las maletas sin problemas y al salir nos esperaba un chico con un cartel con nuestro nombre: venía a entregarnos el coche que habíamos reservado desde España con Discover Cars. Todo fue muy fácil y rápido. Nos dieron un coche pequeño, práctico y perfecto para movernos por la isla.
Era nuestra primera vez conduciendo por la derecha (bueno, en realidad por la izquierda, ¡el volante está a la derecha!) así que al principio nos daba un poco de respeto. Las carreteras en Mahé son bastantes estrechas, llenas de curvas y con muchas cuestas, así que id con cuidado, sobre todo los primeros días. Por suerte lo solventamos bastante bien, aunque como consejo, si podéis elegir, mejor un coche automático que uno con marchas ...¡se hace más llevadero!
Pusimos rumbo a nuestro alojamiento con Google Maps (bendita tecnología), había comprado una eSIM con Aíralo y tenía internet nada más aterrizar. Una maravilla para no perderse ni un segundo.
Dato útil: si no tenéis una eSIM, en el aeropuerto también hay puestos donde se puede comprar tarjetas SIM locales para tener internet durante el viaje, así que opciones no faltan.
Nuestro alojamiento fue La Maison Hibiscus Self Catering, un sitio súper cómodo con parking, cocina equipada y una pequeña terraza ideal para relajarse. Muy bien ubicado.
Después de dejar las maletas y refrescarnos un poco, salimos a pasear por la playa de Beau Vallon, que queda cerca del alojamiento. Un lugar perfecto para tomar contacto con la isla: arena suave, mar cálido y ese ambiente relajado que sólo Seychelles puede darte.
Ya por la tarde, fuimos a ver la puesta de sol y cenar en un sitio totalmente recomendable: el Rock Pool Restaurant. El atardecer desde allí fue espectacular. Un lugar ideal para cerrar el día con una buena comida y vistas de postal.
Día 3: MAHÉ
Nos levantamos temprano, desayunamos y nos fuimos directos a Victoria, la capital de las Seychelles. Es una ciudad chiquita, pero con mucho encanto. Se puede recorrer perfectamente a pie y en poco tiempo.
Paseamos por el centro y visitamos varios puntos interesantes como el mercado local Sir Selwyn-Clarke, ideal para ver el ambiente local, colores, frutas y productos frescos. También pasamos por el Monumento a la Libertad, la famosa Torre del Reloj, el Templo Hindú Sri Navasakthi Vinayagar (muy colorido por fuera, pero por dentro nos decepcionó un poco) y la Catedral de la Inmaculada Concepción. Fue una mañana tranquila, caminando y disfrutando del ritmo relajado de la ciudad.
Después, hicimos una parada en la playa de Royal Fairlan, un rincón muy bonito y auténtico. Hay puestos de frutas y un hombre local que pesca y prepara el pescado a la brasa ahí mismo, con un ambiente muy típico y relajado. Ideal para descansar un rato.
De ahí nos fuimos a comer a Perry´s Grillz, un restaurante que nos recomendaron unos chicos españoles que conocimos allí. Aunque en ese momento nos apetecía más comer frente al mar, nos convencieron de su recomendación. El restaurante está en la montaña. es familiar y pequeño, sin lujos, pero muy agradable. Pedimos pescado a la brasa y estaba realmente delicioso. Además, los precios estaban muy bien, así que lo anotamos como lugar recomendable si buscas comida casera y local.
Después de comer, fuimos a Anse Takamaka, una playa grande, con más oleaje y rodeada de naturaleza. Una de esas playas que te hacen sentir que estás en una postal. Ideal para relajarse, caminar y disfrutar de ese entorno tan virgen.
Antes de que bajara el sol, nos dirigimos al Four Seasons Resort, un resort espectacular donde se puede entrar aunque no estés alojado, sólo para disfrutar de la playa y del atardecer. Dejamos el coche en la entrada, nos registramos, nos dieron una pulsera, y fuimos caminando unos 10 minutos hasta la playa.
La puesta de sol desde ahí es impresionante, un espectáculo total. Eso sí, a la vuelta... hay que subir cuesta... se tarda un poquito más, pero vale la pena.
Para cerrar el día, paramos a cenar en la playa de Beau Vallon, la playa que está más cerca de nuestro alojamiento.
Hay varios restaurante a pie de playa y un ambiente animado por la noche, ideal para terminar la jornada con algo rico y el sonido del mar de fondo.
Día 4: MAHÉ
Nos levantamos muy contentos y con energía, porque hoy tocaba una de esas actividades que teníamos muchas ganas de hacer: un trail en plena naturaleza.
Dejamos el coche aparcado en Dan Zille y empezamos la caminata hacia Anse Major, un trail muy agradable de unos 45 minutos. El sendero es precioso, rodeado de vegetación, vistas espectaculares al mar y momentos donde literalmente te sientes en medio de la selva. Es una de las pocas formas de llegar a esta playa (la otra en barco), así que vale mucho la pena hacerlo a pie.
Consejo útil: madrugar ya que hace mucho calor, y llevar agua es fundamental.
Una vez en Anse Major, nos encontramos con una playa espectacular, muy tranquila, con ese aire de rincón secreto. Estuvimos varias horas disfrutando del mar, descansando y aprovechando que había un pequeño puesto local de bebidas y comida.
Después de pasar unas horas allí, decidimos volver... pero no de la misma manera.Uno de los del grupo regresó andando por el mismo camino, mientras que nosotras optamos por volver en lancha. Las lanchas taxi llegan a la playa cada 30 min.
Importante: la lancha no te deja exactamente donde habías aparcado el coche, sino en un pequeño puerto más alejado, así que si todo el grupo piensa volver en lancha, tenedlo en cuenta para no dejar el coche muy lejos.
Después no fuimos hacia Tea Factory, un lugar que queríamos visitar...pero estaba cerrada. Mala suerte, era domingo. Igualmente, nos quedamos a comer en el restaurante que está allí, donde comimos bien: platos ricos, el sitio bonito, aunque un poco caro para lo que ofrecía.
Ya con el estómago lleno, intentamos visitar las cascadas Sauzier Waterfall, un rincón natural que teníamos apuntado para visitar. Llegamos, aparcamos y comenzamos a caminar...pero no era nuestro día de suerte: estaban cerradas por seguridad, debido al exceso de caudal. Así que, nos quedamos con las ganas.
Para compensar pusimos rumbo a Port Launay Beach, donde pasamos el resto de la tarde. Una playa preciosa, con opciones para hacer deportes acuáticos y kayak, ideal para relajarse después de un día activo.
Al final del día, vuelta al alojamiento, ducha rápida y salimos a cenar a The Wooden House, un restaurante en Beau Vallon que nos encantó. El sitio es muy bonito, con buen ambiente y la comida riquísima. Sin duda, muy recomendable si estás por la zona.
DÍA 5: MAHÉ - PRASLIN
Hoy toca cambio de isla: ¡nos íbamos a Praslin! A las 8 de la mañana cogimos el ferry con la compañía Cat Cocos Ferry, un trayecto que habíamos reservado con antelación dede España para evitar complicaciones. El billete nos costó 62 euros por persona y el viaje duró aproximadamente una hora y cuarto.
Al llegar al puerto, nos estaba esperando el chico de la empresa Kreol Services, con quien habíamos alquilado nuestro coche para los días de Praslin. Esta vez nos dieron un coche automático, más grande que el anterior, lo cual se agradecía. Todo fue muy fácil y rápido.
Pusimos rumbo a nuestro alojamiento: Mango Lodge, unas cabañas en lo alto de la colina, perfectamente equipadas y con unas vistas IMPRESIONANTES al mar. Hicimos el ckeck-in y la dueña fue encantadora, nos explicó todo y nos dio varios consejos sobre la isla.
Con ganas de playa, nos fuimos directos a Anse Volbert, una playa espectacular: grande, tranquila, con agua azul turquesa. Al llegar, paramos a tomar algo en el Café des Arts, un bar-restaurante precioso, moderno, con música chill-out y tumbonas ideales para relajarse.
Después de un buen chapuzón, una cervecita fría y un paseo por la orilla, comimos en la Pizzería Berjaya.
Aunque el nombre suene italiano, ofrecía comida local, sabrosa, a buen precio, y con una terraza frente al mar.
La tarde la dedicamos simplemente a disfrutar y descansar en la playa. Antes de que cayera el sol, pasamos por un takeaway para coger comida y cenar tranquilamente en la terraza de nuestra cabaña, aprovechando esas vistas que invitaban a no moverse de allí.
Un día de transición perfecto, con paisajes de postal y mucha calma.
Día 6: PRASLIN
Hoy pusimos rumbo a Anse Lazio, unas de las playas más espectaculares que hemos visto hasta ahora. Arena blanca, aguas cristalinas y si te toca a la derecha mirando al mar, encontrarás un arrecife de coral perfecto para hacer snorkel. ¡Una maravilla!
A media mañana, nos tomamos unas cervezas frías y zumos de frutas en Koko Loko, un chiringuito a pie de playa con música reggae.Un lugar especial, autentico, ideal para relajarse mirando al mar y dejarte llevar por el ritmo tranquilo de las islas.
Decidimos comer en la misma playa, en el restaurante Maracuya. Los platos estaban deliciosos, y el sitio es precioso, justo frente al mar. Hay otro restaurante detrás, algo más económico, pero para nosotros, que vivimos entre montañas en nuestro país, comer frente al mar es un lujo que quisimos darnos.
Por la tarde, antes de empezar anochecer, nos fuimos al bar restaurante Les Rochers. Desde allí se puede ver un atardecer impresionante. Puedes tomarte algo si te apetece, o simplemente sentarte en una pequeña playa justo al lado sin necesidad de consumir nada. Eso sí, ¡los cócteles allí están de escándalo!
Y como el broche final del día , a sólo 5 minutos en coche visitamos Co Pointe Cocos, una formación rocosa en el mar que parece una ballena . Muy curiosa y fotogénica, ¡nos encantó!
Ya al caer la noche, pasamos a recoger comida takeaway y regresamos a nuestro apartamento para cenar tranquilamente en nuestra terraza con vistas impresionantes. No se puede pedir más para cerrar un día perfecto.
Día 7: PRASLIN
Hoy realizamos una excursión a través de Viator que nos llevó a descubrir la isla de Curieuse y el islote de St. Pierre, partiendo desde Praslin.
A las 8:30 de la mañana teníamos el punto de encuentro con la empresa local encargada del tour, Lady Vivi. Allí coincidimos con varios grupos más que también hacían excursiones ese día. Lo primero fue pasar lista, y luego nos fuimos montando, poco a poco, en nuestras respectivas lanchas. Todo estuvo bien organizado.
Una vez estábamos todos a bordo, partimos rumbo a Curieuse Island, un trayecto de menos de una hora en lancha. Al llegar, lo primero fue registrarnos y pagar una tasa obligatoria para acceder a la isla.
Nada más entrar, comenzamos la visita con un guía en inglés que nos explicó la historia y características del lugar. A nuestro alrededor empezamos a ver tortugas gigantes por todas partes. A mí personalmente me impresionó muchísimo el tamaño que tienen. Se pueden tocar y darles hojas para alimentarlas, siempre con respeto y sentido común, ya que son animales en libertad.
Después hicimos una caminata de unos 45 minutos por un sendero que recorre la naturaleza salvaje de Curieuse. Caminamos entre manglares, palmeras y zonas boscosas, disfrutando del entorno y de varias vistas al mar realmente espectaculares.
Al finalizar el recorrido, nos esperaba una comida tipo barbacoa muy completa. ¡Nos gustó mucho! Todo estaba riquísimo y fue un momento ideal para descansar y disfrutar del ambiente.
Luego tuvimos tiempo libre para relajarnos en la preciosa playa de Anse La Farine, de arena blanca y aguas turquesas, hasta las 16:00, cuando partimos de nuevo en lancha para hacer dos paradas de snorkel en distintos puntos. Las aguas eran transparentes, perfectas para observar peces tropicales, corales y toda la vida marina.
Sobre las 19:00 regresamos al punto de encuentro donde habíamos comenzado la excursión por la mañana. Recogimos algo de comida para llevar y nos fuimos de vuelta al alojamiento para descansar y disfrutar del atardecer.
Un día redondo, lleno de naturaleza, mar, fauna y momentos inolvidables.
Día 8: PRASLIN
Hoy pusimos rumbo a Anse Georgette, una de las playas más bonitas de Praslin. Aunque es una playa pública, el acceso está dentro del recinto del hotel Constance Lemuria, un complejo precioso rodeado de campos de golf.
Consejo importante: no se puede acceder en coche hasta la playa. Hay que aparcar en las inmediaciones del hotel y dirigirse a la garita de entrada, donde os pedirán los nombres para registraros y os dejarán pasar. A partir de ahí, os espera una caminata de unos 20 minutos entre campos de golf. El camino tiene alguna que otra subida y bajada, pero en general es muy llevadero.
Una vez allí, la recompensa merece la pena: una playa espectacular, de esas que parecen sacadas de una postal.
Pero ojo con esto: solo hay un chiringuito sencillo donde hacen pescado a la brasa y un puestecito de bandejas de fruta. Así que si vais a pasar el día entero, llevaos algo más de comida en la mochila.
Nosotros nos quedamos allí todo el día, súper a gusto. Por la tarde-noche decidimos acercarnos al famoso Bar Reggae, que no queda muy lejos en coche. La verdad... nos decepcionó un poco. La comida nos pareció bastante normalita y el ambiente no fue lo que esperábamos: un tipo pinchando música y ya. Nos imaginábamos algo más auténtico y animado.
Terminamos el día volviendo hacia nuestro alojamiento, y para cerrar con buen sabor de boca, hicimos una paradita en un supermercado local y nos llevamos unas cervecitas bien frías para disfrutarlas en nuestra terraza con vistas. A veces, los mejores planes son los más simples.
Día 9: PRASLIN - LA DIGUE
Hoy dejamos atrás Praslin, para continuar nuestra aventura en La Digue, una de las islas que más ganas teníamos de conocer. Teníamos puestas muchas expectativas en este lugar... ¡y ya os adelanto que no nos decepcionó!
A las 9 de la mañana cogimos el ferry con la compañía Cat Rose y, en tan solo 15 minutos, llegamos a La Digue. El trayecto fue cómodo y rápido. Como nuestro alojamiento estaba cerca del puerto, fuimos andando hasta el hotel, lo cual fue muy práctico.
Nos alojamos en el Mango Lodge, donde las habitaciones eran nuevas y muy cómodas. El desayuno estaba incluido y te lo sirven en una terraza sencilla, pero muy agradable, ideal para empezar bien el día y con calma.
En el propio hotel alquilamos las bicicletas que usaríamos durante los 5 días que íbamos a pasar en la isla. No nos complicamos: el precio era muy razonable (10 € por día) y las bicis eran cómodas, con cesta incluida, algo muy útil para llevar la mochila, agua o la cámara.
Ya instalados, cogimos las bicis y nos lanzamos a explorar. Sólo con pedalear un poco por la isla ya sentimos que estábamos en un lugar especial. Moverse en bici por La Digue es toda una experiencia: carreteras tranquilas, vegetación por todas partes y ese ambiente isleño relajado que enamora.
Nuestra primera parada fue en un chiringuito de playa súper colorido y alegre llamado Bikini Bottom, en la playa Anse Severe. Allí tomamos algo para refrescarnos —batidos, cócteles, cervezas… hay de todo— y también ofrecen comida si te apetece quedarte a comer. La playa en sí es muy bonita y con buen ambiente.
Luego seguimos con nuestras bicis hasta llegar a Anse Patates, una playa de postal, pequeña y con aguas cristalinas. Un consejo: por la tarde la marea sube bastante y casi no queda arena, así que es mejor visitarla por la mañana o mediodía si quieres tumbarte un rato.
Para comer paramos en el Café Takamaka, otro chiringuito encantador, casi sobre la arena, con vistas al mar. Comimos muy bien, todo estaba rico, y el lugar es perfecto para disfrutar sin prisas.
Por la tarde volvimos a Anse Severe, donde estuvimos relajados, bañándonos y disfrutando del ambiente. Aunque es tranquila, por la tarde se anima un poco más y tiene un toque muy especial para ver el atardecer.
Tras despedir el sol desde la playa, regresamos al hotel para ducharnos y cambiarnos antes de salir a cenar. Fuimos a Glorious Bakery, un sitio con buenas reseñas. Pedimos pizza y pollo, y aunque no cenamos mal, personalmente lo veo más recomendable para desayunar que para cenar. Tiene buen ambiente, pero la comida fue algo más sencilla.
Un buen día, sin duda. Solamente con un día, La Digue ya nos ha enamorado.
Día 10: LA DIGUE
Hoy comenzamos el día con alegría y energía. Antes de desayunar, nos animamos a salir a andar una hora para hacer un poco de ejercicio, y la verdad es que fue una forma estupenda de arrancar el día.
Después de ese paseo mañanero, el desayuno nos supo aún mejor: fruta fresca, tortilla, té, tostadas… todo riquísimo, servido en una terraza sencilla pero agradable, perfecta para empezar el día con calma y buen ambiente.
Con el estómago lleno y una sonrisa, ya estábamos listos para seguir explorando La Digue. Cogimos nuestras bicis y pusimos rumbo a dos de las playas más impresionantes de la isla: Grand Anse y Petit Anse. ¿Qué decir de ellas? Alucinantes. Sientes literalmente que estás dentro de una postal, de esas que ves y dices: “no puede ser real”. Pues sí, es real… y estábamos ahí. Increíble.
Pasamos el día moviéndonos entre las dos playas, que están separadas por un pequeño sendero accesible a pie. Es muy fácil pasar de una a otra, y cada una tiene su encanto. La arena blanca, el color del mar, las olas, el entorno salvaje… son de esas playas que se te quedan grabadas para siempre.
Para comer, nos quedamos en el único restaurante que hay por la zona, ya que no hay más opciones allí. Pero la verdad es que comimos bien y nos vino genial para reponer fuerzas. Eso sí, hay muy poca sombra en estas playas, así que recomendamos ir temprano para conseguir un buen sitio bajo los árboles… si no, toca disfrutar del sol sin tregua.
Después de un día de muchos baños, paseos por la orilla, fotos y momentos tranquilos leyendo, volvimos a nuestro alojamiento para ducharnos y descansar un poco. Pero no por mucho tiempo…
Al caer la tarde, cogimos de nuevo las bicis y nos acercamos al puerto, que está justo al lado del hotel. Allí hay una explanada perfecta para ver el atardecer. Compramos unas cervezas en el supermercado cercano, nos sentamos frente al mar y… planazo total. Puro relax, con una vista preciosa y ese ambiente isleño tan auténtico.
Para cerrar el día, fuimos a cenar al restaurante Reggae. El sitio es espectacular a nivel visual, muy bien decorado y con buena música, pero la comida fue bastante sencilla y había poco ambiente. No estuvo mal, pero no fue de nuestras cenas favoritas.
Después, paseo tranquilo en bici bajo las estrellas hasta el hotel… y a dormir, que mañana seguiremos descubriendo esta joya de isla.
Día 11: LA DIGUE
Hoy nos hemos lanzado a una pequeña aventura por la isla. Por la mañana, fuimos en bici hasta Anse Fourmis, que es el final de la carretera transitable. Allí dejamos las bicis aparcadas y comenzamos un trail de unos 35 minutos para llegar a la playa de Anse Caiman.
Aviso importante: el sendero no es para todos los públicos. Es un camino tipo “todoterreno”, entre rocas y zonas resbaladizas, así que lo recomendable es ir con zapatillas deportivas. Nosotros fuimos en chanclas y la verdad… te resbalas en varios puntos, así que hay que tener mucho cuidado.
Cuando llegas a Anse Caiman, te sorprende lo pequeña y salvaje que es la playa, pero a la vez muy especial. Y lo curioso es que, a pesar de ser tan pequeña, hay un chiringuito súper rústico donde puedes tomarte algo o comprar fruta fresca. Nos pareció lo más inesperado del día.
Después, seguimos caminando unos 15 minutos más hasta llegar a la famosa Anse Coco. El camino es mucho más fácil que el anterior, nada que ver. Allí estuvimos disfrutando de la playa, que es preciosa y un poco más amplia. Al final de Anse Coco hay un bar-restaurante donde se puede comer, pero nosotros ya llevábamos nuestros sándwiches comprados por la mañana en Glorious Bakery, así que hicimos picnic en la playa, ¡planazo!
La vuelta desde Anse Coco hasta Anse Caiman la hicimos a pie (tranquilamente, ya que el camino es corto y fácil). Pero para no volver a hacer el trail complicado de antes, desde Anse Caiman cogimos una lancha que por 300 rupias los tres nos llevó de nuevo hasta donde teníamos aparcadas las bicis. Súper apañado y cómodo.
De vuelta al hotel, hicimos una última parada en el chiringuito de Bikini Bottom, en la playa de Anse Severe, para tomar algo y ver el atardecer. Era domingo y la playa estaba llena de familias locales, niños jugando, música y muy buen ambiente. Nos encantó ver esa otra cara de la isla, más local y auténtica.
Un día de esos que mezclan aventura, rincones secretos y conexión con la vida de la isla… ¡La Digue no deja de sorprendernos!
Día 12: LA DIGUE
Como ya se estaba haciendo costumbre, empezamos el día con un paseo a pie de aproximadamente una hora antes de desayunar. Es una rutina que nos está encantando, perfecta para activar el cuerpo y disfrutar del entorno tan tranquilo de La Digue.
Después, un buen desayuno en el hotel, como siempre: fruta, tortilla, tostadas y té. ¡Con energía para afrontar el día!
Nuestra primera parada fue la famosísima Anse Source d’Argent, una de las playas más conocidas de Seychelles (y con razón). Para acceder hay que pagar entrada, ya que forma parte de un complejo llamado L’Union Estate, donde también puedes ver plantaciones, zonas de conservación de tortugas gigantes y rincones naturales muy bonitos. Todo el entorno merece la pena, y no solo por la playa.
La playa en sí es espectacular: aguas turquesas, arena blanca y enormes formaciones de granito que la hacen única. Pasamos toda la mañana por allí, paseando, bañándonos y simplemente disfrutando del paraíso.
A las 12:30 teníamos una actividad en kayak con la empresa Crystal Water Kayaks, que nos encantó. Es una excursión de unas tres horas, en kayaks transparentes, que te lleva por varias playas escondidas a las que sólo se puede llegar en kayak o en barco. Una de las paradas fue en la playa donde se grabó la película de Robinson Crusoe, ¡una pasada!
Consejo importante: lleva escarpines, porque en varias paradas hay muchas piedras al bajar del kayak, y pueden ser incómodas o incluso peligrosas si vas descalzo.
Al terminar la actividad estábamos bastante cansados, así que nos fuimos a tomar algo y descansar un rato, esperando tranquilamente el atardecer, que aquí siempre es mágico.
Después, vuelta al hotel para ducharnos y salir a cenar. Elegimos el Restaurante Torosa, cerca del puerto, con mesas frente al mar. El sitio en sí estaba bien ubicado, pero la comida no nos gustó, así que no lo recomendaríamos especialmente.
Pero, resumiendo, fue un día increíble, con mucha actividad, paisajes espectaculares y una experiencia en kayak que merece totalmente la pena.
Día 13: LA DIGUE
Hoy fue un día tranquilo y muy disfrutón, de esos que se saborean sin prisas. Como ya va siendo habitual, comenzamos con nuestro paseo matutino antes de desayunar, una rutina que nos encanta para empezar el día con energía.
Después del desayuno, cogimos las bicis y pusimos rumbo a una de nuestras playas favoritas de la isla: Grand Anse. Ya habíamos estado, pero nos gustó tanto que decidimos repetir y pasar allí el día entero.
Lo disfrutamos al máximo: chapuzones, lectura, paseos por la arena y hasta grabamos algún que otro TikTok (jiji). Una jornada de desconexión total en un entorno que parece sacado de un sueño.
Al final de la tarde, caminamos de vuelta al hotel, nos duchamos y volvimos a coger las bicis, esta vez para ir a ver el atardecer desde el helipuerto de la isla, que está justo enfrente del hospital. Es un lugar muy especial: se reúnen grupos de amigos, cada uno con su cervecita en mano, en un ambiente tranquilo y muy auténtico. ¡Nos encantó!
Para cerrar el día, cenamos en el restaurante Repaire, y podemos decir que fue uno de los mejores restaurantes donde comimos en La Digue. Todo muy rico, el ambiente muy cuidado, y además tienen un bar estilo chill-out en la misma orilla del mar, perfecto para tomarse algo después de cenar.
Un día relajado, pero redondo.
Día 14: LA DIGUE - MAHÉ - ESPAÑA
Hoy fue nuestro último día en las Seychelles. Nos despedimos de La Digue con mucha pena, ¡qué isla tan especial! Madrugamos para coger el primer ferry con la compañía Cat Cocos, que nos llevó de vuelta a Mahé.
Como todavía nos quedaban unas horas antes de nuestro vuelo, aprovechamos para ir en taxi a Eden Island, una isla artificial conectada a Mahé. Paseamos un rato, vimos algunas tiendas para comprar los últimos recuerdos del viaje y disfrutar un poco más del entorno antes de partir.
Después, nos dirigimos al aeropuerto para comer algo y esperar nuestro vuelo. Hicimos una escala en Addis Abeba y, desde allí, volamos directamente a Madrid.
Se acaba así un viaje que nos ha regalado paisajes de postal, playas increíbles, experiencias inolvidables y una desconexión total del mundo. Las Seychelles han superado nuestras expectativas, y La Digue, sin duda, ha sido la joya del viaje.
Conclusión final – Seychelles: un viaje que se queda en el alma
Después de dos semanas recorriendo las islas de Mahé, Praslin y La Digue, podemos decir con total seguridad que Seychelles es un destino que enamora. Más allá de sus playas paradisíacas, lo que nos llevamos es una sensación de paz, de haber vivido al ritmo lento de las islas, en contacto constante con la naturaleza.
Cada isla tiene su encanto:
-Mahé es perfecta para comenzar y terminar el viaje, con buenos servicios y conexiones.
-Praslin ofrece naturaleza pura, con joyas como el Valle de Mai y playas como Anse Lazio.
-Pero si hay una isla que nos robó el corazón fue La Digue. Recorrerla en bici, descubrir playas escondidas, vivir sin prisas… fue una experiencia que nos marcó.
Consejos prácticos para futuros viajeros
-Moverse entre islas: los ferris funcionan muy bien (Cat Cocos, Inter Island Ferry), pero conviene reservar con antelación.
-Alquiler de bicis en La Digue: imprescindible. Te da libertad y es parte del encanto.
-Escarpines para excursiones: especialmente para actividades en kayak o senderos como el de Anse Caiman.
-Cuidado con el sol y la sombra: muchas playas no tienen sombra natural, lleva protección y sombrilla si puedes.
-Comidas: hay opciones para todos los gustos, desde chiringuitos locales hasta restaurantes más cuidados. No te vayas sin probar un buen curry creole.
-Dinero: aunque se puede pagar casi todo con tarjeta, lleva algo de efectivo para excursiones, snacks o taxis.
Volvemos a casa agradecidos y felices, con las retinas llenas de azules imposibles y con la certeza de que algún día volveremos a estas islas mágicas.
Gracias por acompañarnos en este viaje
¡Nos vemos en la próxima aventura!
Autor: elplanetaenunamaleta
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